Cuando pensamos en el SOP (Síndrome de Ovario Poliquístico), lo primero que se nos viene a la cabeza suelen ser los quistes, los ciclos irregulares o las dificultades para embarazarnos. Pero, ¿y lo que no se ve? ¿Ese efecto silencioso que tiene sobre cómo nos sentimos con nuestro cuerpo, con nosotras mismas?
Muchas veces lo emocional queda en segundo plano, como si fuera un “extra”, cuando en realidad es una parte fundamental de todo esto. Porque no se trata solo de hormonas desordenadas, se trata de cómo ese desorden afecta tu reflejo en el espejo, tu autoestima, tu energía, tu deseo de conectar… contigo y con los demás.
He acompañado a muchas mujeres con SOP y hay algo que se repite más de lo que nos gustaría: sentirse desconectadas de su cuerpo. No se sienten cómodas, no se reconocen, no se gustan. Y no es superficial. Es profundo. Tiene que ver con la identidad, con sentirse mujer, con sentirte válida y suficiente.
Cuando los síntomas empiezan a hablar más fuerte que tú
Ese vello que no debería estar ahí, ese acné que no se va con nada, esa panza hinchada que no baja aunque comas bien. Todo eso empieza a opacar lo que sí hay en ti: tu fuerza, tu luz, tu esencia. Y lo más duro es que no lo compartimos. Nos lo guardamos. Pensamos que es solo “una fase” o que deberíamos “aguantarnos”.
La verdad es que el impacto del SOP va mucho más allá de lo físico. Afecta cómo te ves, cómo te hablas, cómo te mueves por el mundo. Hay estudios que lo confirman, sí, pero no hace falta un número para saberlo. Lo sentís cada vez que te vestís y no te gusta nada, cuando evitás los espejos, cuando te da vergüenza hablar de lo que te pasa.
Y aunque no se diga tanto, también puede afectar tu sexualidad. Porque cuando no te sientes bien con tu cuerpo, es difícil entregarte, disfrutar, conectar. Y si encima hay temas de fertilidad de por medio, se suman la tristeza, la frustración y hasta la sensación de que “algo en mí está mal”.
La autoestima empieza a tambalearse
Imagínate vivir con una condición que te hace sentir incómoda en tu propia piel, mientras todo el mundo a tu alrededor habla de cuerpos “perfectos”, de ciclos “normales”, de mujeres que “se embarazan fácil”. Así es el día a día de muchas mujeres con SOP.
No es raro que aparezcan la ansiedad, la depresión, o una mezcla de ambas. No porque seamos débiles, sino porque estamos enfrentando un desequilibrio hormonal que afecta también nuestras emociones. Un cuerpo que se siente fuera de control, un ánimo que sube y baja como una montaña rusa, y una presión constante por encajar en lo que se espera de nosotras.
Y todo eso va calando hondo. Se convierte en esa voz interna que te dice “no estás bien”, “no te ves bien”, “no vas a poder”. Esa voz no es tuya. Es la mezcla del SOP con una sociedad que no sabe mirar con compasión.
Cuando comer se vuelve otra batalla
Y como si todo eso fuera poco, el SOP también puede meterse con tu relación con la comida. Algunas mujeres sienten que no pueden parar de comer. Otras, que tienen que controlar cada bocado. Hay quienes pasan de una dieta a otra, con la esperanza de “arreglar” su cuerpo.
No hablamos suficiente de esto, pero sí: el SOP puede aumentar el riesgo de trastornos alimentarios. No se trata solo de peso. Se trata de control, de ansiedad, de intentar compensar lo que sentís que se te escapa de las manos.
Es duro, sí. Pero también se puede salir de ahí. Cuando entiendes que tu cuerpo no te está atacando, sino pidiendo ayuda, algo cambia.
¿Entonces, qué podemos hacer?
Lo primero: no minimizar lo que sientes. Si te está afectando, importa. Si te pesa, merece ser escuchado.
Buscar apoyo profesional puede marcar la diferencia. La terapia psicológica, sobre todo la cognitivo-conductual, puede ayudarte a desmontar esa vocecita que te critica y a construir una relación más amable con vos misma.
Cuidar tu estilo de vida también suma un montón, pero no desde la exigencia, sino desde el cuidado. Comer mejor, moverte un poco más, dormir bien, respirar profundo. No porque haya una fórmula mágica, sino porque todo eso ayuda a regular tus hormonas y, con el tiempo, te ayuda a sentirte más en equilibrio.
Y lo más importante: háblalo. No te lo guardes. Abrirte con alguien de confianza, sumarte a un grupo donde otras mujeres estén pasando por lo mismo… eso cambia todo. Nos recuerda que no estamos solas.
Esto no se trata de “curarte”, se trata de reconectar contigo
Vivir con SOP puede ser desafiante, sí. Pero no estás rota. No estás sola. Y definitivamente no estás definida por un diagnóstico.
Tu cuerpo está hablando, y merece ser escuchado con respeto. Tu historia merece ser contada sin vergüenza. Y tu proceso, acompañado con cariño.
Si sientes que este texto te habló, si te viste reflejada en alguna parte de lo que leíste, y quieres empezar a cuidarte desde un lugar más consciente y amoroso, aquí estoy para acompañarte.
En consulta, trabajamos juntas para entender lo que está pasando en tu cuerpo y encontrar formas reales de sentirte mejor.